¿De donde surge la pericia caligráfica?
De la necesidad de no ser engañados
Los dos hombres llegaron a la hora convenida al despacho. Traían como dubitado un documento firmado, y como indubitado una lista de la compra.
La firma era perfectamente legible, carecía las exageraciones propias de una rúbrica, y su desarrollo era horizontal, por lo cual era perfectamente cotejable con las hojas indubitadas
Uno de ellos, que no era un familar directo de la firmante, me dejó muy claro, que aunque no sabía nada de pericia caligráfica, la firma no era auténtica, mientras que el otro, como abogado suyo que era, le secundaba.
Sin saberlo, la persona, que aseguraba, no tener noción de pericia caligráfica había incurrido en el método gramatomórfico. Un estudio, basado únicamente en la morfología de letras y trazos, que cayó en desuso, debido a sus simpleza.
En este caso, él tenía razón, las grafías no tenían relacion aparente entre sí, pero tambien es cierto que la firmante, era de una persona mayor, cuya enfermendad le afectaba a sus capacidades motoras, mientras que la documentación indubitada tenía veinte años menos, por tanto el trabajo exigía un detallismo, que revelaría una única autoría
En el siglo XIX, Jean Hippolyte Michon, se percató de la superficialidad del método gramatomórfico, y comenzó a estudiar los aspectos que se escapaban a la voluntad del escribiente, cimentándo así las bases de los estudios actuales. Lo que hoy se conoce como método grafonómico.
En resumen, la diferencia entre la metodología gramatomórfica y grafonómica está en la vulnerabilidad de la primero ante las falsificaciones y enfermedades, mientras que el segundo nos enseña a tomar en cuenta este tipo de contingencias.